31 de mayo de 2018 –
Son las 9 de la noche. Luna llena en lo alto. En la casita de San Andrés de Pinsimbalá, los cuerpos y los ánimos están alborotados. Es un hervidero de correderas, música, baile, risas, historias. Eso se mueve, y canta, y juega, regando en el aire una alegría profunda, la alegría del Wet wet fxinzeni o buen vivir, la propia pues.
Hacemos teatro de sombras? La pregunta se repite unas tres veces en forma de afirmación maliciosa hasta que se merma la luz, y con ella la bulla de movimientos y de sonidos. Breve silencio como un puente hasta lo otro: el teatro.
Murmullos, pasitos discretos, búsqueda de siluetas en la oscuridad. Se prende una linterna detrás de la tela; aparecen un árbol, un pájaro, una mariposa, una libélula, una luna, una casa, un personaje… Juego de luz, dibujos negros profundos que se revelan, crecen y decrecen, se mueven al ritmo de la música. Todas las miradas son dirigidas al paisaje cambiante, fascinadas. Es una exploración maravillada, el momento de descubrir con asombro la sombra de las siluetas construidas en el día; y darles vida.. Los elementos llegan y se van, es un baile improvisado que cuenta con un alegre desorden la vida, y la tierra, y la música del universo a ritmo de bambuco caucano.
Cuando de repente sale un cura de la tela, quien persigue con su sagrada cruz dos Nasas sembrando comida. La sala se llena de risas. Ness, Neidy y Leo, escondidos detrás de la tela, los brazos alzados para animar los títeres de guantes, intercambian unas miradas cómplices y maliciosas. Julio César llegará más tarde cantando una Opera imperialista al lado de la Reina de España, la Opera de los invasores. En el público, los adultos y los niños más pequeños tienen unas sonrisas orejonas; y esperan con impaciencia el regreso de los compadres pegándole al cura con el palo de siembra. Se lo ha ganado.
Estamos en la casa de Gentil y Abigail, en la región de Tierradentro. Acá, todos los días, se reúnen 14 niños de 3 a 15 años para aprender a ser Nasas, a vivir en armonía con la Tierra, a ser felices. El proceso se llama Kiwe Uma (Madre Tierra en el idioma nasa Yuwe). Nació del deseo de algunos padres de familia de pensarse una educación distinta a la del sistema educativo de gobierno, encargado de formar los niños al pensamiento occidental capitalista. En kiwe Uma, dicen que este sistema nos metió en la cabeza que para progresar hay que alejarse de la Tierra, elevarse pues: coger un cuaderno y un lapicero, sentarse en sillas altas, en aulas (jaulas) cerradas, ingresar a la universidad, leer el mundo en los libros. En Kiwe Uma, dicen que crecer a lo nasa, es, al contrario, volver a la raíz: hablar el idioma propio, cultivar la relación espiritual y cotidiana con la tierra, leer bosques y quebradas, crecer en comunidad, estudiar sintiendo y pensando con las manos y el corazón… Bajar pues. Ni más ni menos.
Y nosotros, en está noche de luna llena, estamos acá. Adentro todo ríe y murmura bonito. Profundo agradecimiento y orgullo. Estar acá, es de estos regalos que te hace la vida, y que te dejan maravillado, boca abierta, corazón llenito.
Ésta noche es la última de nuestra primera visita a Kiwe Uma. Habíamos venido a compartir un poco de nuestros saberes haceres esperando de que el teatro también pueda servir para caminar al revés, para enraizar, para corazonar, para seguir floreciendo imaginarios propios contando las resistencias y burlándose del orden dominante -de su cabeza gorda, de sus tiempos locos, de sus sueños vacíos. Entonces fueron dos semanas para construir el teatrino, títeres y siluetas, para charlar de los caminos del sol y de la luna contra los minuteros del reloj de Taylor, para bailar, para jugar y contar historias.
Pero también fueron dos semanas de tejer amistades, aprender a repartir comida con la abundancia ilimitada del Pueblo Nasa, calentarse al fogón escuchando el abuelo fuego abajo y los aguaceros en el techo, de jugar futbol, de coger guayabas, de escuchar los toques de tambor y flauta, de mirar las estrellas, pronunciar (mal) algunas palabras en Nasa Yuwe, de recochar bueno… Dos semanas para maravillarse de esta conexión profunda de los niños con la tierra, de su manera de hacer para hacer y no para mostrar. Maravillarse de esta alegría profunda, regada adentro y afuera, fértil, comunicativa. Empezar a entender o más bien a sentir lo que es el Buen Vivir.
A Kiwe Uma, vamos a volver, eso es una certeza. Este fue la primera etapa de un proceso de creación colectiva en teatro de sombras y teatro de títeres que vamos a seguir hasta una gira de presentaciones en los distintos procesos de escuela propia o Wasakwewe’sx a mitad de noviembre.
Continuará…
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