Después de nueve meses de vida y procesos teatrales en el pueblo de Palomino, desde febrero hemos instalado nuestra base en Cali; gran ciudad al sureste de Colombia. Acá, se juntan los perfumes, los colores y la gente del Valle, del Cauca, y por supuesto, del Pacífico. Indígenas, afros, todos agro-descendientes – así está escrito en una pared de la ciudad. Cali es un hervidero cultural, popular e irreverente, que se expresa en murales coloridos, que se rapea en los buses, que se cuenta en los parques y jardines.
Acá, sacamos nuestro teatro a las calles, actuando y ensayando frente a peatones conmovidos y exigentes; disfrutando el placer de crear en espacios abiertos y de apropiarnos de ellos (ver Apartados).
Integrados poco a poco a una gran red de educación popular, diversa e inventiva, apoyamos las luchas urbanas, feministas, a través del humor y la poesía de nuestros títeres.
También descubrimos el norte del Cauca, la organización de comunidades Afros, y la fuerza de la organización indigena Nasa en al construcción de su autonomía y su lucha por la liberación de la madre tierra.
Humildemente, tratamos de poner nuestros títeres y las técnicas del teatro del oprimido al servicio de espacios de debate alrededor de las problemáticas de la región (presencia de grupos armados, acaparamiento de la tierra por algunos terratenientes muy poderosos, narco-tráfico…) ver Toribio y de las luchas sociales que las enfrentan. Aprendemos muchísimo, tratando de entender y contar el momento que está viviendo el país, oscuro y luminoso a la vez.
Y nuevos cocineros se acercan a la olla!!: Katerine y su risa en carcajadas, Marcelo y sus tambores, Lady y su lucidez risueña. Y también, de Myriam a Emil, de Martin a Hannah, los llegados del otro lado del charco oceánico nos ayudan a construir este puente que soñamos tanto entre los sures y los nortes, trayendo a la sopa exigencia, frescura, trompeta o break-dance, y fortaleciendo el colectivo de lindas brisas que proyectan los por-venir